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Viajando de noche en aquellos veranos de los 80-90

27 agosto, 2011

Luego dicen que la tecnología no cambia nuestros hábitos. Que sólo modifica aquellos superficiales. Pues bien, desde que tenemos autovias y A/C poca gente viaja de noche. Antes, sobre todo en verano, quienes usabamos el turismo particular, teníamos que viajar de noche para evitar el calor. Y esto me trae a la mente los viajes y las sensaciones que ya no volveré a vivir, de cuando viajabamos con mi padre -en verano- a nuestra tierra (Cáceres), por la noche.

Cada viaje era una aventura, ahora que lo pienso me daría hasta miedo salir de viaje en aquellas condiciones. Sin teléfono móvil, sin coches que te avisan del fallo antes de que ocurra, e incluso recuerdo que mi padre llevaba nivea porque al pasar por Gérgal (localidad almeriense) antes había pendientes y al coche se le fastidiaba el embrague, teniendo mi padre que salir del coche, abrir el capó y gastar el bote de nivea para subir la cuesta…qué cosas.

¿Cómo recuerdo yo un viaje de verano?

Pues para mí era una aventura. Esa tarde íbamos todos al Pryca (actual carrefour) de almería -recientemente abierto por aquellas fechas- o a cualquier tienda y mi madre compraba chucherías, embutidos, batidos …y mil cosas para el viaje. Luego, llegábamos a casa y mi padre estaba preparando el equipaje para meterlo poco a poco en el ford fiesta (como el de la imagen) que era el coche que nos tenía que llevar.

Sobre las 22.00 ya estaba todo listo. Mi padre había bajado al coche todo el equipaje grande. Y él se acostaba. Mi madre se quedaba levantada preparando bocadillos, tortillas, etc…que luego guardaba con cautela en una nevera azul que mantenía fría con pastillas congeladas.

Mientras tanto, mis hermanos y yo no podíamos dormir porque estábamos nerviosos, solíamso quedarnos levantados jugando con nuestros «clics de playmobil» o con el «tente» (que ya escribiré sobre él, un juguete con el que tanto hemos desarrollado la imaginación). A eso de las 2.00 – 2.30, escuchábamos los golpes de la maquinilla de afeitar de «papá» en el lavabo y sabíamos que la aventura estaba cerca. Mi madre ya tenía la nevera preparada y nosotros, en fila esperando al capitan del ford fiesta.

Siempre era igual. Mi padre cogía todo lo pesado y le decía a mi madre «espera aqui con los niños y cuando esté todo cargado subo por vosotros». Y así era. Cuando bajabamos lo hacíamos en silencio. Invitados por la calma ambiental a no hacer ruido para no destacar (y no recibir morrillazos de papá, claro). La llegada al ford fiesta era excitante. Primero entraba mi hermano Carlos, que se sentaba tras el asiento de mamá, luego yo, que me sentaba en el medio (el mejor lugar, porque ver la carretera evitaba que me marease). Y mi hermano David, tras mi padre. Mi madre, luego mi padre. Puerta cerrada. Motor en marcha. Ventanas bajadas. Radio puesta, solía poner mi padre cintas de cassette de manolo escobar, chiquetete, diango, pimpinela (etc, etc, etc).

Cuando descendiamos el bordillo para dejar el aparcamiento y entrar en la carretera del barrio, mi madre se presignaba (…) imagino que sabría lo expuestos que estabamos todos (como ya digo, sin móviles, sin nada … quedarse tirado en aquella época era «quedarse tirado» literalmente). Y a andar…..

En marcha recuerdo una sensación espectacular al ver las calles que por de día eran el escenario de mi infancia, ahora apagadas. Parecían otras. La brisa que entraba por la ventana, también sabía diferente. Solíamos salir por la carretera de Ronda hacia arriba (Rioja, …) una de las primeras cosas que nos gustaba ver (cuando la carretera de Gérgal pasaba por allí) era el vagón de tren que había al pasar Gérgal y que servía de vivienda (ahora se ve también desde la autovía) pero de lejos, no es lo mismo.

La primera parada la hacíamos al entrar a Granada por la carretera de El Fargue (porque como supondreis antes no había circunvalación). Entrar a Granada, de madrugada, por esa carretera era como descubrir un tesoro en la oscuridad. Como podreis comprobar, si entrais en este enlace, vereis dónde repostábamos por primera vez aqui, comprabamos pestiños de Vélez … y nos sabían a gloria.

Luego proseguiamos el descenso y atravesábamos la enmarañada Granada. Lo que recuerdo era que pasábamos por el penal viejo de Granada. Y siempre, siempre, se perdía mi padre. Siempre, siempre tenía que sacarnos de allí un taxista o cualquier alma transnochadora que quisiera echarnos una mano (oiga, y las había).

El siguiente paso era Jaen. Despeñaperros. Esto era un hito. Pasar por allí era una aventura. Sus túneles. El sonido cuando entrábamos en ellos. Y hablando de sonidos … aún recuerdo el rugir de los pegaso, de los barreiros, …, de todos aquellos camiones a los que adelantábamos con un buen subidón de adrenalina. O el zumbido cuando los camiones venían en sentido contrario a nosotros….. Bueno, en despeñaperros parábamos en un sitio que se llama Estacion de Servicio / Restaurante Puerta de Andalucia (ahora comprado por el grupo ABADES…), donde mi padre se tomaba su primer café y mientras él lo hacía, nosotros comíamos algo de lo que había preparado mi madre. Por aquel entonces había poco miedo a comer en los estacionamientos de un restaurante, a eso de las 4.00-4.30 am. A mí, personalmente, me encantaba recorrer aquello y ver qué había en los alrededores. Pegarnos carreras con mis hermanos. Cuando regresaba mi padre, todos comiamos. Y regresábamos al coche.

Mi padre, fumador, solía fumar con la ventana abierta y aunque no nos llegaba el humo, si que recuerdo el olor a Fortuna. Y el ver cómo lo encendía con el encendedor del coche. Y aunque no soy fumador, he de confesar que me gustaba aquel olor. A esa hora, mi padre, solía quitar la cassette y poner RNE que era lo único que solía cogerse bien durante todo el camino. Todavía recuerdo la música de las entradillas.

Pasado Despeñaperros (y fuera de Andalucía) todo cambiaba, el humor de la gente, los paisajes. Primero, los castellano-manchegos. Que eran secos y llenos de vides. Con carreteras de grandes rectas … plagaditas de liebres … muchas terminaban mal . En Castilla-La Mancha parábamos en el Hostal la Viña (Villarta de Sanjuan) que ahora no se puede ver porque la autovía no pasa por el medio de esa localidad (bueno, si se puede pero tienes que salirte expresamente para eso). A estas horas, por Villarta, ya se olía a panaderías y parábamos también a comprar pan recien hecho. Ya aparecían las priemras personas por las calles de los pequeños y raquiticos pueblos que atravesábamos.

A media mañana atravesábamos Toledo. Mi padre siempre decía lo mismo: Mirad… la academía militar está sobre la loma aquella. Y el instituto sismológico por aquel otro lado. Y ese río es el Tajo.

La siguiente parada la haciamos en las proximidades de Talavera de la Reina y de ahí a Navalmoral de la Mata había un pequeño tirón. De ahí a mi pueblo (Jaraiz de la Vera) sólo nos separaban varias gargantas (arroyos) y muchas plantaciones de hoja de tabaco. En 30 minutos estábamos allí.

La llegada era un espectáculo. Mi abuela ( y demás familares) estaban esperando. Alguno de ellos había pasado la noche en vela esperando. El primer día de verano consistía en oir a mis padres contar las anécdotas del viaje, y en ver cómo mi padre se iba a descansar unas horas.

Todo, antes, era diferente. No mejor, diferente.

2 comentarios leave one →
  1. Avatar de Jose María García Rubira
    29 agosto, 2011 15:20

    No sabía que fueses de Jaraiz. Yo tengo amigos allí; estuve en verano, hace 3 años, y conocí un poco de la comarca de la Vera. De pequeño no hice viajes tan largos, pero recuerdo las visitas al pueblo como una aventura.

    • Avatar de jaberme
      jaberme permalink*
      29 agosto, 2011 18:35

      Hombre!
      que sorpresa 🙂 estuviste en mi pueblo!!!! Y además conoces gente de allí, qué pequeño es el mundo tio.

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